"Esta cubierta nos da la vida -afirma tajante Javier Gil- Siempre decía en broma que en este colegio éramos los más chulos porque solo los pequeños jugaban a cubierto [en el pequeño polideportivo] y los mayores tenían que hacerlo en descubierto". Por eso en 2014 se instaló una cubierta de lona, que Filomena destrozó el 9 de enero de 2021. Un día que Javier no olvidará nunca: "Lo tengo grabado a fuego, el 9 de enero a las 8:40 de la mañana. Fue muy duro. Voy a hacer 30 años aquí y ha sido el peor momento. Después del COVID, del confinamiento, del esfuerzo que había supuesto volver a empezar con el club, los equipos con ocho o nueve jugadores, y gracias a que la federación puso unas normas muy flexibles... Después de todo eso, parecía que ibamos a empezar en enero y llegó el desastre. Fueron tres semanas en un colegio de casi 1.700 alumnos con el patio, que comunica todos los edificios, totalmente precintado, lleno de obreros y máquinas. Fue una locura".
Javier todavía se emociona al revisar los correos de familias agradeciendo el esfuerzo para que sus hijos pudieran seguir haciendo deporte. Él, por su parte, solo tiene palabras de agradecimiento para todos los que lo hicieron posible, empezando por "Juan Luis Redondo, coordinador de Deportes del colegio San José del Parque, que me ofreció todos los campos que necesitara para entrenar y para jugar, sin coste alguno... Y allí, en San José del Parque, jugó toda la canasta grande. En junio, cuando empezaron las obras, volví a llamarle para darle las gracias y me dijo que si algo salía mal, ahí estaban... También gracias a Javier Esteban, de Educación y Gestión, que me ayudó con el fútbol sala consiguiendo que los otros colegios cambiaran sus calendarios. Ningún colegio puso pegas, todos se volcaron con nosotros. Y gracias también a la Federación de Baloncesto de Madrid, que nos ayudó con los horarios, porque estuvimos tres semanas sin patio pero después las canastas tardaron más por el hielo y, en todo momento, la federación nos dijo que no nos preocupáramos, que se encargaban de todo. Solo por ver el apoyo de todo el mundo del deporte nuestro esfuerzo mereció la pena, porque lo más fácil hubiera sido parar el deporte y perder la temporada". En ese capítulo de agradecimientos, incluye también al colegio y el Consejo de Obras de Maristas por la premura en instalar la nueva cubierta.
No fue así, y 29 equipos (16 de baloncesto y 13 de fútbol sala), además de las escuelas, pudieron seguir jugando. Ninguno se dio de baja. "Con tantos equipos era muy complicado -apunta Javier Gil- Por eso algunos me decían que suspendiéramos todo". El esfuerzo dio su fruto. Todos jugaron y esta temporada 2021/22 "el baloncesto [bajo la dirección técnica de José Javier Cortés] ha crecido muchísimo, en equipos y, sobre todo, en número de niños. Hay equipos con 15 y 16 jugadores, y en babybasket hemos duplicado los grupos" Un crecimiento que coincide con las cifras globales del baloncesto madrileño, por encima de los 2.300 equipos. ¿Hay ilusión por volver? "Mucha, y aquí todavía más con la nueva cubierta. Después de lo que hemos pasado nos hacía falta recuperarla".
Javier Gil Herrera es un clásico del baloncesto madrileño, aunque empezó jugando al fútbol en el colegio Santa María del Pilar hasta que "me cogió el profesor de Educación Física y me llevó a baloncesto". Después, en el colegio Zurbano coincidió con Rafael Ibáñez, que reforzó esa afición, y Javier acabó siendo campeón de España juvenil con el Estudiantes. Las lesiones de rodilla le llevaron a convertirse en entrenador en el club deportivo Maristas Chamberí, presidido entonces por una leyenda del colegio, Víctor Escorial (ver historia del club). Tras completar su formación, Javier Gil se convirtió en presidente del club en 1999. Entre los numerosos recuerdos de estos años, destaca "el equipo de la generación del 79 masculina, que competía en júnior con el Madrid y el Estudiantes. Se han retirado hace poco de la competición oficial jugando en Segunda Autonómica, aunque siguen en la Liga Free Basket. ¡Después de tantos años siguen jugando juntos!". En tres décadas, el baloncesto ha cambiado mucho, pero, desde su experiencia, deja una reflexión: "Creo que hasta la canasta grande los niños o niñas nunca deben abandonar su colegio, nunca. Incluso en primer año de infantil. A partir de segundo año no puedes frenar su crecimiento y, si pueden, que jueguen su Campeonato de España". Un buen ejemplo de la labor formativa del colegio es Pablo Suárez (ahora en el Alba Berlín de Aíto García Reneses), "que siempre dirá que aprendió a jugar en Maristas Chamberí".