¿Cómo empezaste en el baloncesto?
Empecé en el colegio María Virgen, en tercero de EGB, porque le sacaba una cabeza y media a todos. Primero por mi altura, por lo grande que era, pero empecé a pasármelo bien y a hacerlo bien. Era un colegio de monjas, un equipito de ocho porque no había más niños en el cole y allí estuve hasta octavo, cuando empecé en el Madrid.
¿Cómo llegas al Real Madrid?
Se lesionó uno de los chicos, se rompió la muñeca, y necesitaban un jugador. El Madrid hizo una prueba de altura, me presenté y me cogieron entre más de mil niños. A partir de ahí empecé a tomármelo más en serio. Entrenaba un montón y, a los tres meses, en un partido en el Ramiro contra Estudiantes, me vio Tomás González y me llamó para la selección de Madrid. Fui al Campeonato de España y quedamos campeones... y de ahí a la selección española. Estuve en el Madrid hasta los 17 años y en la selección hasta los 16. Éramos una generación bastante buena. Jugué con Carlos Rodríguez, Borja Larragán, Rodrigo de la Fuente, Miguel Bullón, Raúl Fraile, Iker Iturbe, Rafa Vidaurreta, Carlos Cazorla, Juan Pedro Cazorla... Gente del 75, el 76 y el 77. Todos los recuerdos que tengo del baloncesto son geniales. Es verdad que no disfrutas de algunas cosas a una edad en la que todo el mundo está en la calle, pero sí de otras que no todos pueden tener, como los viajes. Mi infancia fue diferente a la de otros niños, pero me lo pasé muy bien. No me arrepiento de nada y creo que ninguno de lo que hemos jugado a ese nivel cambiaríamos nada.
Con la selección de Madrid fuiste dos veces campeón de España...
¡Y tenemos una estrella de la Comunidad de Madrid! Quedamos campeones en infantil y en cadete prácticamente con el mismo bloque. Cambiaron dos o tres jugadores. El seleccionador era Tomas González y de segundo Richi [Ricardo González Dávila]. Nos lo pasábamos genial. Cuando veo a los chicos de ahora [la selección cadete de Madrid celebró en Queen Burger el reciente Campeonato de España] pienso en que ahí estaba yo hace treinta años, en cómo ha evolucionado esto, en cómo pasa el tiempo...
Tras el Real Madrid llegó la aventura americana...
Es el año que montan la Liga EBA y el Madrid, que no tiene equipo en EBA, me ofrece quedarme en el Canoe y hacerme ficha para competición europea con el primer equipo. Mis padres decidieron que la mejor solución era irme a Estados Unidos, sobre todo por los estudios. Era lo mejor para compaginar deporte y estudios. Estuve un año en Filadelfia y cuatro en una universidad que se llama Bowling Green, en Ohio. Es otro mundo. Mi primer año en Filadelfia fue muy bueno, jugué contra Kobe Bryant... ¡era una competición espectacular! Tuve opciones de ir a otras universidades, pero al final Miguel Ángel Paniagua pensó que Bowling Green era la mejor opción. Ahora, con el paso de los años, creo que no, pero... No miramos el roster. Había un chico que después jugó en ACB y LEB, Anthony Stacey, que jugaba en mi misma posición. Tenía más difícil jugar. Además, el Midwest es más complicado para los europeos que la costa. A los chavales jóvenes siempre les recomiendo que vayan a la costa.
¿Aconsejas a los jóvenes la experiencia de Estados Unidos?
Sí. Primero porque en el baloncesto, igual que en el fútbol y en otros deportes, de doce chicos que quedan campeones luego sale uno que puede llegar a la ACB y vivir de esto. O ninguno. Tener unos estudios es fundamental. Y no solo es la carrera, es la visión que te da salir del manto de tus padres. Vienes con otra visión de la vida. Yo no me arrepiento de nada y eso que en Estados Unidos jugué poco. El único año que jugué mucho fue el primero. Después tuve la mala suerte de que en el primer entrenamiento en Ohio me rompí la mano en tres trozos y ya me condicionó toda la temporada.
Al regreso a España, tres temporadas en LEB...
Tuve opciones de haber jugado en ACB, pero me lesioné en la espalda, estuve un mes parado y al final terminé en Tenerife. Una experiencia genial, cuatro meses increíbles, pero cuando llegan los playoff se vuelven locos, traen americanos... Cuando no tienes un rumbo fijo ya empiezas a dar tumbos por la LEB, y de esto en la LEB pueden vivir tres. En mi época se pagaba bien. Hoy en día es solo amor al baloncesto. Por eso recomiendo que hay que tener unos estudios y que si tienen la opción de irse a Estados Unidos o a cualquier otro sitio a probar otra vida lo hagan.
¿Que tus restaurantes estén especializados en hamburguesas tiene algo que ver con esa experiencia americana?
No... El año de Orense, el último, me hizo mucho daño. Con Salva Maldonado estuvimos a punto de ascender, perdimos contra Alicante que tenía un equipazo, con Calderón. Maldonado me prometió que me quedaba y el uno de agosto me cortó por Santiago Aldama, el padre de Santi, que ahora triunfa en la NBA. Ahí me llevé un chasco y dije que se acabó. Empecé de cero. Estuve trabajando de portero, de todo un poco, tuve otras opciones, pero mis padres tenían este local, que entonces era un bar de copas, y al final me lo dejaron para hacer lo que yo quisiera. Y, bueno, es verdad que he comido muchas hamburguesas [risas]... Hemos evolucionado de dar dos comidas a dar 250 en dos restaurantes. Todo a base de esfuerzo, y ese esfuerzo y sacrificio te lo da el deporte. Si entonces eras capaz de entrenar ocho horas, que lo hemos hecho en las selección española, de echar muchas horas y mucho sacrificio, ahora puedes hacer lo mismo.
¿Qué te ha aportado la experiencia deportiva para la vida empresarial?
Todo. Para mí el deporte es el centro de mi vida. Mi vida está construida con el esfuerzo del deporte. Yo no era un jugador talentoso sino todo sacrificio y lucha. No tengo los brazos súper largos, no mido 2,10 sino dos metros y me pegaba con tíos de 2,10. Era un cuatro rocoso, tanto que algunas veces me llamaban 'Picapiedra'. Estoy contento y orgulloso porque todo eso me ha curtido en la vida e intento transmitir esos valores a los jóvenes, que a veces se pierden con todo lo que tienen alrededor. Si alguien como yo ha podido llegar hasta donde ha llegado a base de sacrificio, alguien con talento y el mismo sacrificio puede llegar a la élite. Hay que tener suerte, pero con sacrificio y humildad puedes conseguir muchísimas cosas.
¿Cuál es el mejor recuerdo de tus años en la canchas?
La convivencia, viajar, los ratos que pasas con los compañeros. He jugado en el Madrid y ganábamos todo, nos invitaban a todos los torneos. Y luego encima vas con la selección a Mannheim, a Turquía... Con esa edad mola, aunque también es verdad que hay un sacrificio detrás porque tienes que dejar muchas cosas. Pero en la balanza final gana el baloncesto.
¿Hay algún peor momento?
Sí. Toqué fondo en Estados Unidos. A mí me reclutó para Ohio un entrenador y después llegó otro, que venía de Indiana, y me lo hizo pasar muy mal. Puso mi beca en entredicho, me dejó en ridículo delante de 20.000 personas diciendo que el español era una castaña. Tuve momentos difíciles, pero que te hacen más fuerte en la vida. Cuando estás jugando al baloncesto, haciendo algo que te gusta, no eres consciente de que la realidad, la vida laboral, es totalmente diferente. La vida normal es mucho más dura. No solo por el trabajo sino por lo que te va pasando, por las dificultades que surgen. Me hizo más fuerte, pero es verdad que me lo hizo pasar mal. El día que me llamó Salva y el director general del Orense me contó una milonga también lo pasé mal, pero tomé una decisión y nunca miro para atrás. Tuve el apoyo de mi mujer, que la conocí en Orense... así que de allí también tengo el mejor recuerdo [sonríe].
Desde Queen Burger sigues apoyando el deporte como patrocinador de la Federación de Baloncesto de Madrid, especialmente de la Liga Freebasket, ¿por qué?
El baloncesto me ha dado tanto que tengo que apoyar en lo que pueda, poner mi granito de arena, aunque nunca le voy a poder devolver todo lo que me ha dado.
¿Qué se encuentra quien entra por primera vez en Queen Burger?
Calidad. En todo lo que tenemos hay calidad. La carne es espectacular e intentamos innovar la carta una vez al año. Y luego familia. Como en un equipo de baloncesto, que también es una familia.
¿Sigues practicando deporte?
De vez en cuando intento jugar al baloncesto, pero me cuesta. Ahora quiero sacarme el título de entrenador porque tengo muchas ganas de desconectar y entrenar niños. Sin ningún ánimo de lucro, solo por por intentar transmitir mis conocimientos a los más jóvenes.