Irene San Román (Madrid, 4 de mayo de 1992) ha sido una de las piezas clave en el ascenso del Movistar Estudiantes a Liga Femenina. De hecho, ella consiguió la canasta decisiva en el último minuto del último partido contra el Kemegal Cortegada. La alero madrileña despide la temporada con un sabor agridulce. Por un lado, están las celebraciones por el ascenso; por otro, pensar que la temporada ha terminado, que el próximo fin de semana no habrá partido. Y es que lo de las 'women in black' ha sido "una temporada irrepetible, algo que no volveremos a vivir nunca"; una gesta impulsada por el trabajo y la unión del grupo.
¿Cómo esta siendo la semana del ascenso?
Con muchas entrevistas, disfrutándolo, reviviéndolo, con fotos y mensajes de amigos. Recibiendo mucho cariño, aunque también hay un poco de tristeza. Estoy triste porque te levantas el lunes y piensas que la temporada ya se ha acabado, que ya no compites. Hemos ganado, sí, pero ya se ha terminado. Esta época para mí siempre es un poco triste porque todo ha pasado y lo que hemos vivido este año no lo vamos a volver a vivir nunca
En tu caso, metiste la canasta decisiva, ¿qué sentiste en este momento?
Estaba tan cansada que solo pensaba en que las piernas me funcionaran. Cuando íbamos siete abajo a falta de tres minutos solo pensaba que teníamos que meter. No sabía cómo, pero teníamos que hacerlo. Después de que Linda [Rubene] y Rocío [Torcal] anotaran, me adelanté a Alejandra [Quirante] porque vi que solo había una defensora. Pero no lo piensas, lo haces y luego bajas corriendo a defender para que no te metan canasta.
¿Y al acabar el partido?
¡Madre mía! No sabría explicarlo. Llegó Mariana [González] nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Es una sensación de que lo has dejado todo, de estar vacía y de plenitud. Es increíble. Llorar de alegría solo lo he hecho ese día, cuando ascendimos a Liga Femenina 2 con el Olímpico 64 y cuando quedé campeona de España con la selección infantil. Recuerdo pocas situaciones iguales, y es el baloncesto el que me las ha dado.
¿Qué ha tenido este equipo para encadenar 18 victorias y para crear un ambiente mágico en el Magariños?
Vengo de Olímpico 64, que más que un club es una familia. Allí aprendí que esa es una de las claves para conseguir el éxito: estar unidas, que todo el mundo vaya a lo mismo, disfrutar de tus canastas igual que de las que consiguen tus compañeras. Yo ya había estado aquí, pero solo había compartido equipo con Mariana y con Rocío. Al principio te vas adaptando al ritmo, al entrenador, a tus compañeras, pero empezamos a hacer cosas juntas fuera de la cancha, a estar más unidas, y empezamos a ganar. Entramos en una dinámica de compartir muchas cosas, de ser amigas, no solo compañeras de equipo, incluso cuando las cosas salen mal. Porque hemos ganado 18 partidos seguidos, pero no siempre hemos jugado bien. Ha habido algunos en los que no salía nada, pero todas confiábamos en que la de al lado también se iba a dejar la piel por el equipo.
Ha habido partidos de ir por detrás en el marcador, pero siempre se remontaba, ¿el secreto ha sido creer hasta el último segundo?
A lo mejor íbamos perdiendo, pero te sentabas en el banquillo y la de al lado te decía: "Tranquila, que lo vamos a sacar". Y tú: "Pues claro...". Y cuando te sacaban a la cancha y le chocabas la mano a tu compañera, le decías: "Que no pasa nada, que lo vamos a sacar". A ninguna se nos iba de la cabeza que al final íbamos a ganar, que el partido era nuestro. Todo eso nos ha acompañado desde el principio hasta el final. En la fase de ascenso estaba en la habitación con Mariana y ella decía que no se le pasaba por la cabeza otra cosa que no fuera ganar. En nuestra mente solo estaba eso.
¿Aparte del trabajo diario, hay que creer?
Siempre tienes que ir a un examen pensando que va a aprobar, pero si no estudias, lo llevas mal (risas). Hemos entrenado como las que más, hemos trabajado y teniendo esa base, tienes permiso para creer.
A la Fase de Ascenso llegaron otros dos equipos madrileños, Pacisa Alcobendas y Laboratorios Ynsadiet Leganés, que se han quedado a un paso, ¿crees que ha sido una de las temporadas de LF2 más igualadas y con mayor nivel de los últimos años?
Este año nuestro grupo tenía mucho más nivel que el año pasado. Todos han competido. Incluso Olímpico 64, que es el que menos partidos ha ganado, ha competido contra todos los demás. Nunca podías ir a una cancha pensando que podía ser fácil. Eso nos ha ayudado a competir siempre, todos los partidos y, de hecho, hemos ganado pocos por más de diez puntos [10 de 25 victorias]. Eso hace la liga mucho más bonita y entretenida porque todos son buenos partidos para jugarlos y para verlos.
Las jugadoras del Estudiantes celebran una victoria en el Magariños.
¿El impacto mediático que se ha creado alderedor del ascenso le viene bien al baloncesto femenino?
Sí, claro. Me gustaría que tanto la Liga Femenina como la LF2, aunque esta es más difícil, volvieran a ser ligas profesionales. Ahora mismo en Liga 1 hay pocas jugadoras que son realmente profesionales, que se pueden dedicar exclusivamente a esto. Me gustaría que, poco a poco, todas fuéramos ayudando y dando empujones para conseguirlo, que jugar en la primera división signifique que eres una jugadora profesional, que, por lo menos durante esa época, te puedes dedicar única y exclusivamente a ello.
¿Cómo invitarías a la gente a ver más baloncesto femenino?
No entiendo por qué se diferencia. Es verdad que es distinto ver un partido de ACB que de Liga Femenina, pero los dos son el mismo deporte y si te gusta el baloncesto, en los dos hay competición, lucha, sacrificio y entretenimiento. Mucha gente que no ha visto femenino se sorprende. De hecho, este año muchos aficionados que se han acercado a vernos por primera vez decían: "Pero estas tías, ¡como luchan"!.... Pero qué creéis, que venimos aquí a dar saltos por el campo... (risas).
Empezaste a jugar en el colegio Virgen de Atocha, ¿por qué el baloncesto?
Creo que porque no había equipo femenino de fútbol, porque yo solía jugar al fútbol con mis amigos y algunas amigas en los recreos. Mis amigas se apuntaron a baloncesto y yo fui detrás. Cuando se lo dije a mis padres me dijeron: "¿Tú?, con lo torpe que eres... Bueno, inténtalo y a ver qué sale".
¿Te enganchaste enseguida?
Sí, desde el primer año. Aunque ese año no competimos, teníamos un entrenador, Carlos, con el que lo pasábamos genial. Me encantaba ir a entrenar. Desde que empecé, mis días favoritos ha sido los de entrenamiento.
Junto a Juan Martín Caño, recogiendo un trofeo del Real Canoe.
Conoces muy bien el baloncesto madrileño, porque, además del Estudiantes y el colegio Virgen de Atocha, has estado en el Real Canoe, de infantil a sénior, Majadahonda y Olímpico 64, ¿recuerdas algún momento especial?
En Canoe viví momentos muy bonitos. Me quedaría con el cadete de segundo año, cuando nos entrenaba Piluca [Guil]. No teníamos el mejor equipo, pero acabamos terceras en el Campeonato de España. Ese año además me llamaron para la selección española en verano. Fue un año muy bonito de esos en que, al acabar la temporada, sientes que tu esfuerzo ha tenido recompensa. Se parece un poco a lo que viví años después con el Olímpico 64 cuando ascendimos a Liga Femenina 2.
¿Cómo fue ese ascenso?
Como el de ahora con el Estudiantes. Al principio nadie nada un duro por nosotras y al final solo me salía llorar. Son momentos por los que sabes que quieres seguir jugando al baloncesto toda tu vida.
¿Ahí también influyó mucho la unión del grupo?
Sí. Estábamos concentradas en una casa a las afueras de Madrid. Terminábamos los partidos, nos íbamos para allá y una jugadora, Yola [Fernández], que era como nuestra madre, nos hacía la cena a todas: 15 filetes de pollo, 15 raciones de arroz... Los desayunos nos los preparaban los entrenadores. Nos levantábamos y teníamos los zumos, las tostadas... Fue genial. ¡Y encima ganamos!
El ascenso del Olímpico 64 a LF2, en 2015, es uno de los momentos que tiene grabados.
Algunas de tus antiguas compañeras del Olímpico 64 viajaron hacia León para animarte...
Ese año y el siguiente, cuando estuvimos en Liga 2, nos unimos muchísimo. Sé que vamos a estar juntas toda la vida, y esto es algo que te da el baloncesto, más importante que las victorias.
¿Has pensado ya en la temporada que viene?
No lo hemos hablado todavía. Estamos un poco pendientes, pero esto lo hemos conseguido nosotras y queremos disfrutarlo. Tenemos que ver el proyecto en el que nos embarcamos.
Hablábamos antes de las diferencias entre la Liga ACB y Liga Femenina, ¿una de ellas es que vosotras muchas veces tenéis que compaginar el baloncesto con otro trabajo?
Claro. Yo ahora mismo no trabajo, pero hasta marzo sí estuve en un hospital y tenía que trabajar fines de semana, turnos de noche o de mañana... Eso en Liga Femenina es difícil de compaginar porque, si quieres competir al máximo nivel, tú también tienes que estar al máximo, entrenando mañana y tarde, siendo una profesional de esto y para ello tienes que poder permitírtelo... Jugamos porque nos gusta y si tienes que hacer esfuerzos extras, los haces, pero lo suyo sería tener una liga femenina profesional. Como pasa en masculino, donde solo tienen que preocuparse de entrenar.