Acaba de cumplir 30 años y lleva casi la mitad de su vida (14 temporadas) vistiendo los colores del Movistar Estudiantes. Es la gran capitana del primer equipo femenino y un referente para las niñas de la cantera. Mariana González suele hablar más en la cancha que fuera de ella, pero en esta entrevista cuenta sus inicios, cuando, con cinco o seis años, se escondía para no entrenar, y su día a día en el polideportivo Magariños, un escenario emblemático del baloncesto madrileño que se ha convertido casi en su segunda casa.
Más de 2.000 puntos con el Movistar Estudiantes y la primera jugadora en superar los 250 partidos entre Liga Femenina y LF2, ¿qué se siente?
Sobre todo alegría de pertenecer a un club como el Estudiantes y poder hacer algo de historia en él, aunque para mí todo esto es algo muy normal porque llevo aquí toda la vida. Lo único que hago es disfrutar y venir a jugar. Siento sobre todo alegria de que la gente te felicite, que para ellos suponga algo, que muevas algo en ellos...
No es habitual que una jugadora se mantenga 14 años en el mismo club. ¿Por qué es así en tu caso?
Sinceramente, porque estoy muy a gusto aquí. He estado muy bien siempre y por eso no me he movido o no he querido moverme. Si alguna vez lo he pensado, se me han quitado enseguida las ganas. No por los otros clubs, sino porque me gusta este club, los valores que tiene, la gente que lo compone... Para mí, las personas son lo más importante. Y aparte, otro aspecto importante es que yo he estudiado Fisioterapia y he tenido la opción de trabajar aquí, en el Centro Médico Magariños, y eso es algo que también me ha enganchado mucho al club.
En el homenaje que le ofreció el Movistar Estudiantes por su récord.
¿Cómo es tu día a día?
Depende, pero normalmente vengo a trabajar a las ocho de la mañana y estoy en la clínica hasta las tres o tres y pico. Si me da tiempo a bajar y tomarme un café, veo a alguien de la oficina, saludo a la gente. A las tres me voy a casa, como e intento descansar. Si puedo, trabajo un poco con algún paciente privado, y vengo a entrenar... y estoy aquí de de siete a once más o menos. Y al día siguiente vuelta a empezar (risas). Pero lo llevo bien y estoy muy feliz.
Al final entre el trabajo y el baloncesto, el Magariños parece tu casa...
Me paso aquí todo el día y feliz de hacerlo.
En estos años habrás recibido ofertas de otros clubs...
Sí, alguna, aunque creo que ya la gente me da por perdida... (risas)
¿Recuerdas cómo llegaste al Estudiantes?
Perfectamente, aunque suelo tener muy mala memoria. Tengo una amiga, Olga González, que jugaba aquí y era de mi colegio, iba a la clase de mi hermana. Siempre me decía que viniera a hacer pruebas, que me habían visto jugar en el colegio... A mí el baloncesto solo me parecía un juego para pasármelo bien y siempre decía que estaba a gusto jugando con mi hermana y con mis amigas del colegio, que no quería venir. Pero se deshizo el equipo del colegio y vine a probar. Empecé a entrenar, y después de 14 años aquí sigo.
¿Y sigue siendo un juego para pasárselo bien?
Sí, creo que también por eso no he querido moverme, porque el baloncesto es un juego, es pasártelo bien y estar a gusto.
Como dices, empezaste en el Colegio Sagrado Corazón Capuchinos de Madrid, ¿cómo y por qué empezaste a jugar?
Me llevo muy poco tiempo con mi hermana e íbamos juntas a todos lados. Mi madre nos apuntó a baloncesto por dejarnos en algún sitio, haciendo algo. Recuerdo perfectamente que cuando empecé, debía tener cinco años, lloraba porque no quería entrenar, me escondía y no entrenaba. Estaba allí esperando a que mi hermana acabara. Luego ya empecé a cogerle el gustillo, me subían con categorías superiores, hice amigas, que son mis amigas todavía. He tenido entrenadores muy buenos, como José Torija, a quien recuerdo como mucho cariño y fue quien me enganchó a esto porque me metía mucha caña y confiaba mucho en mí. Ese fue el inicio, pasármelo bien con mis amigas, salir del entrenamiento e irnos al parque a comer pipas.
¿Cómo te definirías como jugadora?
Sobre todo al principio, me definía como una jugadora defensiva porque en ataque no tenía gran talento o no lo demostraba por falta de conocimiento del juego. Peleona, dura y con mucho carácter dentro de la pista. No sé si realmente se me ve así desde fuera.
En estos 14 años con Estudiantes has vivido de todo, momentos buenos y otros no tanto ¿El mejor fue la canasta ganadora ante Joventut-Les Corts en la fase de ascenso a Liga Femenina de 2017?
Ese y también el momento de ascender en el último partido, ante Cortegada, cuando estaba en el banquillo con cinco faltas queriendo llorar y abrazar a mis compañeras.
¿Y los peores?
Como te he dicho antes, tengo muy mala memoria. Los peores los suelo borrar.... Quizá puede ser el descenso que tuvimos aquí [en 2010] con Javier Lombardía, Sandra Ygueravide...
Esta temporada lucháis por regresar a Liga Femenina, ¿cómo ves la categoría?
Con mucho nivel. De momento estamos todos muy a la par en cuanto a derrotas, victorias... Incluso puedes perder con equipos que se supone deben estar abajo. Es una liga muy igualada, aunque acaba de empezar, solo llevamos el 20 por ciento de la temporada, y tenemos que demostrar muchas cosas. Se supone que tenemos buen equipo, pero hasta que no se demuestre en la pista eso da igual. Puedes tener una plantilla genial pero no conseguir los objetivos. La temporada es muy larga y más con la fase de ascenso, que es una lotería.
Un equipo alevín del Estudiantes lleva tu nombre. Eres el referente para esas niñas...
En el club hacen bien en dar estos nombres a los equipos de abajo para que los niños se motiven y coger un poco ese referente... ¿Que si yo soy un referente? No lo creía así, pero sí es verdad que desde hace dos o tres años, que vienen más las niñas a vernos, te ven y se les ilumina la cara. Yo les digo que no hago nada, que es solo un juego, e intento animarlas a que ellas también sigan jugando, que es lo más divertido del mundo y pueden llegar a donde estoy yo.
Quizá en el caso del femenino son más necesarios esos referentes...
Sí, eso es cierto. Las niñas se ven mucho más representadas por una chica, porque siempre se habla de chicos, o siempre se hablaba de chicos antes. El hecho de tener a una jugadora, poder venir a verla, hablar con ella, que te salude... Es muy importante que vean que somos de carne y hueso, que ellas también pueden estar ahí y que las chicas tenemos un lugar en todo esto.
En la celebración del ascenso a Liga Femenina, en 2017;
el objetivo de esta temporada es volver a la máxima categoría.
Se están dando muchos pasos, el último que en diciembre, por primera vez, habrá un trío arbitral exclusivamente femenino en un partido de Liga Dia, pero ¿qué le falta al baloncesto femenino para seguir rompiendo barreras?
Va lento, pero se ha notado un gran cambio de unos años a ahora, incluso en el club. Siempre se nos ha tomado en serio, pero gracias a profesionales que trabajan aquí, cada año se nos ve más en los medios y estamos todo el rato en las redes sociales. Eso es muy importante. ¿Qué falta? Nosotras seguir dando la lata, demostrando en las canchas que tenemos un hueco, que podemos dar espectáculo igual que ellos. A lo mejor son tipos de juego diferentes, pero son igual de interesantes. Falta tiempo para que la gente se dé cuenta de todo esto, pero nosotras tenemos que seguir haciendo las cosas como las estamos haciendo.
¿Y tu futuro? ¿Hasta cuándo darás guerra en las canchas?
No lo sé... Llevo diciendo cosas muchas tiempo, y la gente que me encuentro me pregunta: "¿Pero tú no lo ibas a dejar?" (risas) Ahora prefiero no decir nada, pero mi idea es que esto ya se vaya acabando y descubrir cosas nuevas de la vida, porque la vida no es solo baloncesto.
Una última duda, ¿qué es eso de la risoterapia?
Mediante la risa, la simpatía o hacer cosas un poco más espontáneas, pasarlo bien, sacar lo que llevas dentro, sobre todo acercarte a tu compañera haciendo el tonto, darte abrazos... Lo que te salga para hacer grupo, para romper esas barreras que hay en un principio en un equipo, en el que muchas apenas nos conocíamos. Es hacer equipo y generar buen rollo. ¡Y funciona!
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