La verdad es que cuando vamos a jugar con los veteranos, como este fin de semana, o a algún acto te recuerdan lo que sucedió en Los Ángeles. Algunos se acuerdan de la medalla porque fue la primera y cambió mucho en el baloncesto español, pero otros me llaman Javier... (risas). Se acuerdan de aquella medalla, pero mucho más de la selección actual, de mi hijo.
Como dices, esa plata de Los Ángeles que nos hizo trasnochar hace 35 años cambió mucho en el baloncesto español, ¿es tu mejor recuerdo como jugador?Cuando pasa el tiempo es algo que tienes ahí, pero no por la medalla, sino por vivir unos Juegos Olímpicos, por los compañeros que estuvimos juntos allí, que nos seguimos viendo. Con muchos de ellos no he jugado salvo en la selección, pero es como si hubiéramos jugado toda la vida. Cuando compartes unas vivencias tan intensas es como si fueras compañero de siempre. Eso es lo más importante, aunque, por supuesto, no hubiera podido pedir nada mejor que tener una medalla olímpica. Ni Ligas ni Copas de Europa ni nada... ¡una medalla olímpica! Algo que parecía casi imposible entonces.
Llegaste a Los Ángeles por un cúmulo de casualidades. Chicho Sibilio renunció a jugar con la selección por pasar ese verano con su familia, parecía que Antonio Díaz Miguel iba a llamar a Jordi Villacampa y al final...Sí. Con 19 años ya había estado con la selección en los Juegos del Mediterráneo y no volví hasta los Juegos de Los Angeles, diez años más tarde. Durante esa década todos los años estaba en la preselección y siempre me decían este año sí, ahora vas... Siempre me quedaba a las puertas, pero al final acabó muy bien. Si hubiera tenido que elegir un año para ir, era ese, esos Juegos Olímpicos.
El apellido Beirán es uno de los cuatro, junto a Soler, Laso y Jofresa, que han tenido padres e hijos en la selección, pero en vuestro caso además con plata olímpica y oro mundial. ¿Qué siente un padre en este caso?Cuando ganas la medalla es un momento intenso, pero no es para tanto... De hecho, si te fijas, antes de subir al podio de Los Ángeles nuestra cara no era de haber ganado una medalla porque acabábamos de perder un partido por treinta puntos. Solo cuando pasa el tiempo reconoces todo su valor. Me alegré más con Javier. Además estuve allí la última semana. En su caso con lo que más he disfrutado no es solo con esta selección sino cuando empezó a ir a las ventanas porque ya era internacional, y, sobre todo, por lo que había tenido que pasar, por la lesión. Dos años y medio antes del Mundial todavía estaba lesionado. En ese momento, cuando gana la medalla, piensas en la importancia que tiene no rendirse nunca. Pase lo que pase hay que seguir trabajando, aunque sea sufriendo y pasándolo mal. Es la única manera de conseguir cualquier cosa, porque es imposible que en la vida y en el deporte todo te salga bien. Cualquier jugador que está en la élite lo ha pasado mal en algún momento y no se ha rendido. Los únicos que llegan son los que no rinden.
Tienes dos hijos más, Pablo y Manuel.Sí, gemelos. Los dos han jugado con la selección de Madrid. De hecho, Pablo lo hizo en todas las categorías. Manuel dejó el baloncesto cuando acabó júnior y Pablo sigue jugando en Liga EBA, en Barcelona.
Empezaste a jugar con 12 años en tu colegio de León, compaginándolo con la natación, y desde allí llegas a las categorías inferiores del Real Madrid. ¿Cómo fue ese cambio?
Fue el mayor cambio que he tenido nunca y el que determinó todo. Vine tarde, cuando ya había acabado el COU. Ahora te fichan mucho antes. En León con 15 años jugaba en un equipo de Tercera División y me lo pasaba muy bien. Eran todos veteranos, pero era muy divertido, me cuidaban mucho. Yo solo entrenaba por las tardes porque por la mañana tenía natación. Hubo una Operación Altura y me llamaron. Al verano siguiente me llevaron a otra, creo recordar que en Soria. Después vino Lolo Sainz, que entrenaba al Vallehermoso, filial del Real Madrid. Habló conmigo en León para que viniera a probar. Vinimos dos jugadores de León. El otro jugador era de los que me metían una paliza cada vez que jugaba contra ellos, era un buen jugador, sin embargo se quedaron conmigo. Me quedé aquí y cambió todo.
No sé si el cambio se hizo duro...
Tenía tanta ilusión que no se hizo muy duro, y probablemente me ayudó, porque mi madre había muerto poco antes. Quizá hasta me vino bien.
En la cancha siempre has destacado por tu acierto en el tiro. ¿Un tirador nace o se hace?
Hay algunos tiradores que pueden nacer, que pueden tener una puntería innata, pero un tirador se hace con trabajo y, como hablábamos antes, con paciencia. Con el tiro se tiene muy poca paciencia. Cada vez hay menos tiradores buenos de verdad porque se quiere hacer las cosas muy rápido. Se intenta tirar como ves hacer a algunos, con poco equilibrio, moviendo las piernas hacia un lado y hacia otro... Esos jugadores que ves son capaces de tirar bien, pero muchos chavales no intentan copiar la base, la técnica, sino lo que ven, saltando mucho, tirándose hacia los lados... Y tampoco hay mucha gente que sea capaz de enseñar bien el tiro.
Pero cada vez se tira más...
Si, y cada vez tira más la gente grande, y a veces con buenos porcentajes, pero no es solo cuestión de tirar bien siempre de la misma manera, también hay que saber tirar rápido, cuándo hacerlo, saber tirar bajo presión... Son muchas cosas, no solo tener una buena mecánica.
Eres psicólogo especializado en deportes...
Sí, hice Psicología Clínica, pero cuando dejé de jugar descubrí que se podía trabajar con los deportistas, que eso era lo que más me gustaba y hasta ahora...
¿En qué puede ayudar un psicólogo a un deportista de élite?
No solo de élite. Puede ayudar mucho en todas las edades. Algunas veces el trabajo más importante es el que haces con 10, 12 o 14 años, y no solo con los jugadores sino con los entrenadores y los padres. Es un trabajo fundamental. Con los jugadores se trata de conseguir su máximo rendimiento. Más que psicología deportiva se debería llamar psicología del rendimiento, porque no solo trabajamos con deportistas, también con personas de otros ámbitos, como músicos, bailarines, toreros, empresarios... Cualquiera que necesita mejorar su rendimiento personal. En el deporte ayudamos a que haya pocas sorpresas, a tenerlo todo más o menos controlado. Es casi imposible controlar todo, pero intentamos reducir las posibles sorpresas en el campo y saber cómo reaccionar cuando se producen.
Hablas de los padres, ¿qué les dices en esas charlas?
Hay dos objetivos. El primero es que ayuden a sus hijos, o al menos que no perjudiquen, y el segundo que ellos también disfruten. El baloncesto y el deporte en general ha cambiado mucho. Cuando estaba con los juveniles del Real Madrid fuimos a un Campeonato de España a Ávila, que está aquí al lado, y no había ni un solo padre de nuestro equipo. Cuando lo hablas con jugadores de aquella época todos te cuentan lo mismo, no iba ningún padre. Cuando era pequeño, mi madre no me vio jugar nunca y mi padre muy pocas veces. Ahora es diferente. Vas a un Campeonato de España de minibasket o de infantil, por muy lejos que sea, y está lleno con todos los padres, abuelos, algunos tíos... Supone mucha presión para los chavales. Es bueno que los padres disfruten con el baloncesto, pero no que estén pendientes de lo que se consigue o se deja de conseguir. Cuando están con tranquilidad, razonando, se dan cuenta de que lo importante del deporte no es que sus hijos lleguen o no lleguen, sino que el deporte les sirva para mejorar como estudiantes, como personas... Si los padres lo hacen bien, su presencia siempre es buena, pero, incluso con la mejor intención del mundo, hay veces que presionan mucho al niño. Además, otra cosa que cuesta mucho entender es que esto es una carrera de fondo. Hay que vivir varias etapas y una de ellas es pasarlo mal, es que un entrenador no te saque, que puedas tener una lesión y te tires dos meses sin jugar, que las cosas no te salgan bien... Tienes que superar eso. Si no superas eso, nunca llegarás a ser un buen jugador.
En alguna entrevista has mencionado a Rafael Peyró, un técnico de formación, como el que más te ha marcado...
Mi primer entrenador en Madrid fue Tomás González y el siguiente Rafa Peyró. Le tuve después, cuando fui cedido por el Real Madrid al Vallehermoso y luego he seguido teniendo mucha relación con él. De hecho, cuando tengo que preguntar algo de tiro se lo pregunto a él. Es del que más me fío.
¿Qué importancia tienen los entrenadores de base?
Son importantísimos. Es un trabajo muy importante y con una gran responsabilidad. Cuando hablas con un jugador que ha llegado arriba y le preguntas por los mejores entrenadores que ha tenido o los que más le han influido, prácticamente todos hablan de los primeros que tuvieron, de los que no han entrenado nunca en la élite pero les enseñaron cosas mucho más importantes que la mecánica de tiro. Les enseñaron a seguir esforzándose, a seguir trabajando aunque algo salga mal, a disfrutar del baloncesto... Esto es lo importante. Lo demás se puede aprender después.
Hace unos días se han cumplido 30 años del fallecimiento de Fernando Martín, ¿qué significó para el baloncesto español?
El mayor cambio que ha habido en España, al menos con la selección, fue un poco antes, con Fernando Romay. Por fin teníamos un jugador grande para pelear con los rusos, con los yugoslavos... y ahí nos dimos cuenta de que ya no éramos solo un equipo de pequeñitos que corrían mucho. Ya había jugadores altos y capaces de hacer muchas cosas, como Andrés Jiménez. Y el otro gran cambio fue Fernando Martín. Impactó muchísimo. Un jugador con el carisma que tenía, muy competitivo, con carácter ganador... y que tenía algo especial: cuando salía del pabellón no hablaba de baloncesto. En Los Ángeles salíamos juntos a andar por allí y nunca hablábamos de baloncesto. En el campo no había nadie más ganador que él, pero fuera quería hablar de otras cosas, disfrutar de otras cosas... [En la charla posterior a la entrevista, Beirán añade otro nombre que revolucionó el baloncesto español, Pau Gasol].
Hablábamos antes del tiro, ¿qué más cambios importantes ha tenido el baloncesto desde que jugabas?
Sobre todo el físico. Hay mucha más leña. Es verdad que antes había jugadores muy fuertes, como Fernando Martín, pero era otro tipo de juego. No se presionaba tanto en todo el campo. Antes se podía jugar los 40 minutos y ahora no. Hay que ir dando descansos para no acumular demasiados minutos. Tácticamente ahora se juega más uno contra uno y prácticamente todos los equipos tienen los mismos sistemas. No hace falta que hagan scouting porque todos hacen lo mismo. Antes era más juego en equipo, moviéndose los cinco jugadores, se corría más... Ha habido un momento en España en que ya no había contraataques, ahora están volviendo y esperemos que siga así porque el juego es mucho más divertido, más vivo.
Hablamos del baloncesto europeo, no de la NBA...
A mí me gusta más este baloncesto que el de la NBA. El baloncesto que ha hecho España en algunas etapas y, sobre todo, el que hacían los yugoslavos hace años era mucho mejor que el que se puede hacer en Estados Unidos, en la NBA. Si ves sus diez mejores jugadas de la semana, son casi todo mates. No sale un pase muy bueno o una jugada colectiva en las que los cinco jugadores del equipo tocan el balón antes de la canasta. Eso se ve muy poco.
Estudiaste Psicología y también Historia del Arte... ¿ahora es más difícil para un jugador compaginar deporte y estudios?
Es cierto, antes era más fácil. De los doce jugadores del Real Madrid, a lo mejor diez terminamos una carrera. Primero, todos los americanos que venían debían tener una carrera. No les dejaban salir de allí si no habían pasado por la universidad. Lo mismo que en la NBA. Es verdad que algunas eran carreras de risa, pero habían estado cuatro años en la universidad, con una disciplina. Recuerdo que cuando entrenábamos Preparación Física con Paco López, él estaba la mañana entera en el INEF y tú podías ir a cualquier hora. Si tenías clase, ibas después. Por ejemplo, Iturriaga tuvo un examen coincidiendo con un viaje a Europa y viajó un día más tarde. Ahora mismo eso es imposible.
Siempre decimos a los jugadores que no descuiden los estudios, pero llega un momento en que es muy complicado compaginarlo...
En ACB todo es más profesional, pero es que esto lo ves en LEB Oro o LEB Plata, donde se entrena muchos días mañana y tarde. Hay que dar muchas más facilidades para que los chicos se formen, porque además esa formación hace que sean mejores jugadores. Muchas veces los entrenadores se quejan de que los jugadores no se enteran, de que no prestan atención... Ayudar en su formación serviría de mucho.
Entrevista realizada en el Museo FEB