Seriedad, trabajo y disciplina. Con estas armas, seguramente heredadas de sus dos décadas en el baloncesto profesional, Andrés Miso (Madrid, 7 de enero de 1983) ha llevado al CB Getafe a un pleno de victorias (10-0) en la liga regular de Primera Nacional. Su estilo también se nota en la pista, con un juego rápido, de posesiones cortas, y siempre intenso, reforzado por un gran trabajo físico. Después de Semana Santa llegará la prueba de fuego, los playoffs, con el Basket Veritas como rival en octavos de final.
¿Qué tiene el CB Getafe para haber conseguido ese pleno de victorias?
No lo sé... lo único que sabemos seguro es que si trabajas con intensidad, con ganas e ilusión, llegan los resultados. Llevamos trabajando desde hace mucho tiempo, empezamos a principios de septiembre. Cuando no se podía entrenar por el virus o porque nos cerraban el pabellón o por la nevada Filomena buscamos soluciones. A cada obstáculo hemos encontrado una solución y no hemos parado, que era de lo que se trataba para no perder el ritmo físico ni de entrenamientos. Y, de momento, los resultados están ahí.
Entonces, ¿una de las diferencias es que empezásteis a trabajar pronto?
Sí. Siempre he dicho que quien más entrena tiene más posibilidades de llegar al exito. No sé si somos los que más entrenamos, pero seguro que estamos entre los que más. Yo no conocía mucho Primera Nacional, pero antes de coger el equipo hablé con amigos que son entrenadores o jugadores de esta categoría, y percibí que hay otras prioridades, que en algunos equipos a lo mejor van a entrenar cinco o seis jugadores, no completan una semana de entrenamientos con todos. Cuando hablé con los jugadores, con los que se quedaban y con los refuerzos, lo primero que les dije era que quería compromiso. Entiendo que hay prioridades, como los trabajos o los estudios, y lo primero es lo primero, pero que no vengas a entrenar porque no te apetece o porque has quedado con la novia... para eso no juegues. Hacemos esto porque nos gusta y venimos a entrenar porque nos gusta. Si no, hacemos otras cosas.
Has estado toda la vida en el baloncesto profesional y ahora has llegado a una categoría no profesional, ¿qué te has encontrado?, ¿qué has aportado?He incidido mucho en cosas que a mí me parecen primordiales, no solo en el baloncesto sino en la vida de cualquier persona, en cualquier trabajo, como el hecho de no llegar tarde o que si voy a llegar tarde aviso... Cuando decides jugar en un equipo, adquieres un compromiso con el club y con tus compañeros, y tienes que aceptar las normas. Si toca entrenar, hay que entrenar. Las prioridades son el trabajo y los estudios, pero la siguiente prioridad es el equipo. No valen las excusas de que este puente no quiero entrenar o me voy a la sierra... No, porque cuando decides jugar al baloncesto y estar en una dinámica de grupo tienes que respetar a tus compañeros, al club y al cuerpo técnico, que para eso prepara todos los entrenamientos. Es lo que he intentado inculcarles desde el principio. Es verdad que al principio costó un poco, pero ahora he conseguido que la gente avise cuando llega tarde por trabajo o cuando tiene exámenes. Por lo menos que avisen, porque yo me tomo esto muy en serio, planifico los entrenamientos y no me gusta planificarlo para doce y que luego vengan ocho.
En la pista se ha visto un Getafe muy intenso, con un alto ritmo de juego, que no para en los cuarenta minutos, ¿es esa la seña de identidad del equipo?
Una de las cosas que tenía muy claras es que teníamos que prepararnos bien desde lo antes posible y que nuestras opciones pasan por llevar los partidos al ritmo que nos viene bien, un ritmo alto, de intensidad alta, de muchas posesiones... Ahí es donde estamos cómodos. Si jugamos contra equipos más veteranos, que juegan más plano, a posesiones largas y entramos en su juego, no estamos cómodos. Por eso el tema físico es muy importante. Me traje a mi hermano Carlos, que es un gran profesional y parte del mérito de que los jugadores estén así es suyo, igual que de mi ayudante Javier Fernández y del fisio Javi Ayala. Es un trabajo de todo el equipo.
En tu incorporación al club jugó un papel importante Iñaki de Miguel, con quien coincidiste como jugador en Sevilla...
Sí, yo estaba haciendo el curso superior y estaba hablando con clubs para jugar un año más. Entre la pandemia y otras cosas tenía sentimiento encontrados, de querer dejarlo, de no... Estando en el curso superior me llamó Iñaki, me dijo que se habían quedado sin entrenador y que si quería llevar el equipo. Le pedí una semana para pensarlo y al final acepté, y estoy contento con la decisión. No te voy a negar que echo de menos jugar, pero estoy aprendiendo mucho. Creo que igual que el jugador tiene que hacerse, el entrenador también, aunque hay casos de entrenadores que el primer año les han dado un equipo profesional y lo han hecho muy bien, pero hay que aprender, es un proceso de aprendizaje como el que tiene un jugador.
En estos meses has conocido la categoría. No sé si hay algún equipo o algún jugador que te haya sorprendido...
Me han sorprendido ciertos jugadores, sobre todo de una talla física que no esperaba en esta categoría. Es cierto que les falta trabajar bastante, pero hay jugadores jóvenes muy grandes, altos, con buen físico, fuertes... Pero sobre todo me fijo en los míos. Se lo he dicho alguna vez, que no les cambio por ninguno de otro equipo, que confío en ellos al cien por cien.
Volviendo la visita atrás, empezaste a jugar en el Eurocolegio Casvi, ¿por qué te dio por el baloncesto? ¿qué recuerdas de esos años?
Yo ya era alto de pequeño, de los que sobresalían en la clase. En una visita al médico les dijeron a mis padres que con la altura que tenía era conveniente que hiciera algún deporte. Empecé en el judo, pero duré una tarde. No me gustó. Al día siguiente me apuntaron a la escuela de baloncesto de Móstoles y allí estuve dos años. Recuerdo que nos invitaron a ver una fase final de Madrid que se jugaba en el Casvi. No sé si era cadete o júnior. Estaban el Madrid, el Estudiantes, el Canoe y el Casvi. Yo aluciné viendo lo que hacían, era un nivel que no estaba acostumbrado a ver en la escuela. En el Casvi había unas tarjetas de pruebas de selección, cogí una y mi padre me llevó a una prueba. Me cogieron en minibasket y me tiré en el Casvi ocho años: los dos de alevín, los dos de infantil, los dos de cadete y los dos de júnior. Cuando acabé júnior ya tenía equipos detrás de mí, que cada año me llamaban y a los que siempre decía que no, y decidí probar, a ver si podía vivir de esto y ser un jugador importante, así que acepté la oferta del Estudiantes. De un día a otro, en cuestión de meses, pasé de jugar en un colegio a estar en un equipo ACB. Recuerdo que en junio jugué el torneo de Virgen de Atocha, que se juega en la calle, y a los dos meses y medio estaba en Vistalegre con 15.000 personas. El cambio fue radical.
Como decías, estuviste en el Estudiantes y después en Fuenlabrada, Sevilla, Zaragoza, Murcia, Oviedo, Marín, Palencia, A Coruña, Menorca...Sí, la lista es larga (risas).
... y hasta Estambul. Casi dos décadas en la élite. ¿Cómo es la vida de un jugador profesional?
En total, 19 años. Lo que más echo en falta es que en esa vida tienes todo muy estructurado, sabes cuándo entrenas, cuándo juegas, cuándo viajas, y ahora no... Ahora he arrancado algunos negocios aquí en Madrid y tienes reuniones que sabes cuándo empiezan pero no cuándo acaban. Es totalmente diferente, y una de las cosas que echo de menos es eso, tenerlo todo muy estructurado. Al final la vida profesional es entrenar, viajar, jugar, comer, dormir y poco más. Hay poco tiempo para el ocio. Sí es verdad que tenemos la suerte de tener unas vacaciones extensas, cuando no te toca ir con la selección, que a mí me tocó hasta los 25 o 26 años. Es una vida muy bonita, pero a la vez muy sacrificada. También tienes mucha presión, presión de los medios, de intentar no lesionarte. Y si te lesionas, tienes que recuperarte lo antes posible... Es muy bonito que te paguen por hacer lo que siempre has hecho por placer, pero también tiene su parte sacrificada. Por ejemplo, la inestabilidad. Es muy complicado que puedas estar siempre en la misma ciudad. Lo normal es que te muevas de un lado a otro, y eso a veces pasa factura.
¿También estuviste en las selecciones madrileñas?
Sí, estuve en varias convocatorias de la infantil y la cadete, pero no llegué a jugar ningún Campeonato de España. Es curioso porque no fui al Campeonato de España cadete pero unos meses después sí estuve en el Europeo con la selección española.
¿Tras este 10-0 hay presión? ¿Se empieza a hablar de un posible ascenso a Liga EBA?
No, presión ninguna. Seríamos tontos si nos ponemos presión. Tenemos que ser humildes y mantener los pies en el suelo. Después de último partido del grupo, contra el Liceo Francés, se lo dije a los jugadores: No seamos tan tontos como para creer que somos la hostia porque no lo somos y lo que puede ser muy grande es la hostia que nos peguemos si pensamos que por hacer un 10-0 ya hemos hecho la temporada. Estas tres semanas de descanso estamos entrenando como si fueran los entrenamientos más importantes, que realmente lo son. Hay que seguir trabajando sin presión pero con ambición. Hemos demostrado que si estamos a nuestro nivel podemos competir contra cualquiera y por qué no, por qué no pensar, con los pies en el suelo, que se pueden hacer cosas importantes, que para eso llevamos trabajando desde septiembre...
Entonces, en Semana Santa a seguir trabajando...
Sí, hay que seguir trabajando. No se para en Semana Santa y eso se lo agradezco a los jugadores, que no han puesto en ninguna pega para seguir entrenando estos días. Han comprendido que esto es un compromiso y, aprovechando que tampoco se puede ir a ningún sitio, qué mejor que entrenar y seguir mejorando.
El cruce de octavos es contra el Basket Veritas, ¿qué conoces del rival?
Hemos visto un par de partidos. Es un equipo peligroso, que juega bastante diferente a nosotros, a un ritmo más lento, a posesiones más largas. Si caemos en su ritmo, lo pasaremos mal, y si logramos imponer el nuestro, el que nos interesa, de correr rápido y muchas posesiones, intensos atrás, será mejor para nosotros. En cualquier caso, que nadie piense que va a ser fácil porque cualquiera puede ganar a cualquiera.