Sí, y además el Mundial de 2023 también se disputará en Japón. Estoy muy a gusto allí. Aparte de baloncestísticamente, en el aspecto personal estoy viviendo una experiencia increíble, que es lo que buscaba. Además, en Japón están apostando mucho por el baloncesto. Se están convirtiendo en una de las grandes potencias y una de las grandes ligas. En un par de años van a cerrar la liga, con franquicias, con un gasto mínimo de alrededor de 15 millones de dólares por franquicia, y ahora mismo muchos jugadores extranjeros de mucho nivel, como Sebas Saiz o Pablo Aguilar, están emigrando para allá. La verdad es que están pagando bien y, sobre todo, hay proyectos muy buenos a medio o largo plazo.
Por lo que dices, el balance de estos dos años es muy positivo...
Muy, muy positivo... Al principio parecía un poco chocante, ir a un club en la Tercera División de Japón, pero, sobre todo, fiché por un proyecto. Ellos querían montar un proyecto no solo de primer equipo, una estructura de club para intentar subir a Primera División en tres años. El proyecto se cerró el año pasado porque vendieron el club. Estaba en Tercera División, pero en Japón la Tercera o la Segunda tienen estructuras profesionales como puede ser aquí la Liga ACB en cuanto a gente trabajando en oficinas, staff técnico, viajes, merchandising, 5.000 personas en los pabellones... Ahora he cambiado de club. He fichado por un equipo de Primera, Shiga Lakestars, que está en el centro de Japón, al lado de Osaka, y también con un proyecto a largo plazo, con un contrato de tres años, algo en Europa parece casi imposible.
Como dices, el baloncesto japonés está creciendo mucho, igual que el de otros países, pero, por lo que se ha visto en los Juegos Olímpicos, Estados Unidos sigue siendo el rey del baloncesto mundial...
Es la mejor liga del mundo. Los mejores jugadores están allí, de la selección española, de la francesa, de la serbia... Su modelo de negocio hace que puedan pagar unos salarios muy altos y creo que esa es la clave, que en Estados Unidos el baloncesto es negocio, las plantillas son negocio... Eso hace que las televisiones, los patrocinadores y los aficionados paguen por ello y que puedan fichar a los mejores jugadores. También es un modelo a seguir toda su estructura de abajo, la que tienen montada tanto en high school como en universidades, que puedas estudiar y jugar al baloncesto a la vez. Eso falta aquí, que se puedan compatibilizar de verdad los estudios con un deporte a un alto nivel. Aquí una vez que te pones a estudiar una carrera es prácticamente imposible compaginarlo. Tienes que elegir: o hacer deporte o estudiar. Esa es un poco nuestra asignatura pendiente.
Participar en unos Juegos Olímpicos es el sueño de cualquier deportista, ¿también era el tuyo?
Sí [sonríe]. Muchas veces hablan de haber ganado o no la medalla. Para mí lo más importante es haber participado en los Juegos Olímpicos, ser olímpico, vivir la villa olímpica... Siempre soñaba en organizar con mi familia un viaje para ver unos Juegos Olímpicos ¡y ahora los he vivido desde dentro! Es el sueño de cualquier deportista. Esa convivencia de la villa olímpica en la que tienes mezclados todos los deportes en el día a día, en el que vives en unas condiciones muy normales. Los ocho técnicos estábamos en un apartamento con cuatro habitaciones y dos baños. Esa convivencia de todos los deportistas en un comedor común, comiendo con Djokovic, con las gimnastas, con los de natación... En el gimnasio veías como cada uno trabaja su deporte... Es una experiencia única. Sinceramente, para mí la mejor experiencia de mi vida.
Aunque fueran unos Juegos un tanto atípicos por la pandemia...
La verdad es que sí. Como estás dentro, entrenando y jugando, no lo notas tanto, pero no tener público y, para mí, no haber podido ver otros deportes en vivo es un poco lo que he echado de menos. Sobre todo, el calor del público... Pero, por ejemplo, estar en la ceremonia de inauguración con otros 10.000 deportistas, la emoción de antes de salir, fue un sueño. Las medallas se quedan en un cajón, pero las experiencias son lo más importante y esta ha sido increíble.
Tras los Juegos, los hermanos Gasol anunciaron su retirada de la selección, recientemente también Sergio Rodríguez. ¿Qué toca ahora?
Siempre decíamos ¿qué pasará cuando se retire la generación de oro? La generación de oro lleva ya tiempo retirándose. El trabajo de la federación, de los clubs y de todo el baloncesto en España está muy bien estructurado y han salido jóvenes que se han ido incorporando. El mejor ejemplo es la selección de este año. Hemos tenido a Usman, el jugador más joven de los Juegos, y a Pau, el más veterano junto con Scola. En medio, una selección con un montón de edades diferentes. Ha sido muy bonito ver el mentoring que han hecho los veteranos con los jóvenes, cómo los Gasol han mentorizado a Usman cada día, en cada situación. Como entrenador, ha sido muy chulo ver como ellos le ayudaban a conocer lo que son unos Juegos Olímpicos, lo que es la alta competición... Está Usman, están los Hernangómez, Ricky, Santi Aldama, Carlos Alocén... y muchos que han estado en las ventanas y por el altísimo nivel de la generación de oro no han podido entrar en la selección. Ahora tendrán la oportunidad de entrar.
Del futuro vamos al pasado. Naciste en Sevilla, pero como entrenador eres cien por cien madrileño. ¿Qué queda del entrenador que empezó en Maristas San José del Parque?
Queda la esencia, que para mí es fundamental. Son mis raíces. El colegio te inculca el amor por el deporte. No solo por el baloncesto porque un colegio como Maristas San José del Parque se hacía mucho deporte: baloncesto, balonmano, fútbol... Eso es lo que tenemos que intentar, que los chavales hagan deporte. Ojalá sea baloncesto, pero si no cualquier deporte, sobre todo de equipo. ¿Preguntabas qué me ha dejado? Todos los valores de disciplina, trabajo, esfuerzo, compañerismo... que son los que marcan toda tu carrera. Para mí esos son los valores que me han marcado como jugador y como entrenador, más importantes que los conocimientos técnicos o tácticos, y esos valores me los marcó el colegio. Acabo de cumplir 50 años y todavía tengo amigos del colegio, de cuando teníamos cuatro años. Y casi te diría que entre los recuerdos deportivos más increíbles que tengo, y mira que he estado en una final del Campeonato del Mundo o en los Juegos Olímpicos, está haber jugado una fase final de Madrid con mi colegio contra el Madrid de Felipe Reyes, Estudiantes y Fuenlabrada... y habernos clasificado para un Campeonato de España con un colegio y con chavales de un colegio, algo muy difícil de ver en el momento actual.
Un momento que resultó decisivo en tu trayectoria como entrenador...
Fue un poco mi salto al baloncesto profesional porque Juan Martín Caño, que en paz descanse, se fijó en esa fase final y me llamó para ser seleccionador de Madrid. Si no me hubiera llamado, el camino habría sido otro. Ganamos tres Campeonatos de España y después la Federación Española me llamó para participar con las categorías inferiores. Por eso digo que el colegio para mí es todo.
¿Hay que cuidar el deporte de base?
Es fundamental. Y no tiene por qué ser solo un colegio, puede ser una academia, un club... pero que cuiden esos valores. Al final sale un niño de un millón, ¿y los que se quedan por el camino qué? También deben tener una formación, una educación. Por eso hablaba antes de Estados Unidos. En una universidad americana pueden estudiar y jugar. Llegará un uno por ciento, pero el 99 por ciento restante tiene una formación. No sé cómo, pero debemos intentar crear eso, que no existe en España, pero sí en Japón o Estados Unidos. Hablamos mucho de conciliar la vida familiar, pero también hay que conciliar la vida deportiva con la académica porque perdemos muchos deportistas por el camino.
¿Qué entrenadores te han influido más? ¿Cuáles han sido tus referentes?
El primero Alberto Pérez. Fue mi primer entrenador en Maristas y un poco el que me metió en el baloncesto. Yo empecé a jugar con 14 o 15 años, y él empezó a inculcarme esos valores de disciplina y exigencia que, a través del colegio, te llevas para siempre. Otro muy claro para mí fue Moncho López, el primero que tuve en la selección y un entrenador de los más didácticos que he tenido en mi vida. A nivel táctico para mí Txus Vidorreta es uno de los mejores entrenadores que hay en España y en Europa Y, por último, por supuesto Sergio Scariolo. Siempre ha sido un referente, no solo ahora que soy su ayudante. Le he visto hacer pretemporadas enteras con el Madrid y con Unicaja, yo con una libreta, apuntando, y ahora tengo la suerte de estar trabajando con él y seguir aprendiendo cada día porque es uno de los mejores entrenadores que hay en el mundo, campeón de la NBA, campeón del mundo. Y no solo por los títulos sino por cómo dirige gente. Para mí es el mejor gestor de grupos, de estructuras, que he conocido. Seguro que en Bolonia va a montar una estructura increíble.
En esta estructura del baloncesto español, ¿qué papel tienen las federaciones autonómicas?
Por lo que he comentado antes, para mí, en el aspecto personal, ha sido decisivo, pero algo muy importante son las competiciones de selecciones. La diferencia del jugador español con el de otros países es que es el mejor compitiendo y eso es porque hay competiciones de base organizadas por las federaciones. Es la diferencia del jugador español con cualquier jugador del mundo. Hay dos cosas, que compiten de una forma increíble y que tácticamente son muy buenos, y todo eso es porque compiten mucho, porque van a campeonatos. Nosotros no somos los mejores físicamente. Cuando ves a Francia durante la interpretación del himno, agarrados, dices: Es imposible que pueda ganar a este equipo. Al final compites y ganas, y eso viene por el trabajo previo de los clubs y de las federaciones compitiendo desde minibasket. El jugador español es el mejor del mundo compitiendo.