En los años 70 y 80, el colegio Jesús Maestro se codeó con los grandes del baloncesto femenino. Después llegaron los chicos, la 'invasión' del fútbol sala y el cole se centró en las competiciones escolares. Ahora, más de 100 alumnos, la mayoría chicas, siguen jugando al baloncesto pero los equipos federados son escasos. En la temporada 2012-13, solo uno. Sin embargo, basta rascar un poco para recordar viejos éxitos y un compromiso con el deporte de alta competición.
En el Jesús Maestro no solo se vive el baloncesto en la cancha del 'patio rojo' (en el 'verde' un campo de fútbol sustituyó hace tiempo a otra pista de baloncesto), sino también en los despachos y en las aulas. El actual director del colegio, José Ramón Domínguez, fue el coordinador del baloncesto justo antes que el actual, Guillermo Herrero. Ana Presa, jefa de Estudios de ESO y Bachillerato, y Marga Riobó, profesora de química, jugaron en su etapa de alumnas. Ambas crecieron con el baloncesto y recuerdan esa época con entusiasmo y un punto de nostalgia.
De hecho, Marga Riobó fue una de las pioneras del básquet en Jesús Maestro, junto a, entre otras, Mari Ángeles Presa, hermana mayor de Ana. "Empezamos a jugar en el patio del colegio en 1970, quizá un poco antes. La profesora de gimnasia, Pilar Moya, nos vio y nos apoyó desde el primer momento, igual que la directora, María Victoria", recuerda. El primer entrenador fue José Domingo García Labajo, "que era hermano de una de las jugadoras. Vino a entrenarnos, trabajamos muchísimo y, en poco tiempo, empezamos a cosechar títulos". En la competición organizada por la Sección Femenina, el Jesús Maestro jugaba contra otros centros escolares de Madrid, como Damas Negras, Irlandesas, Cabrini o Jesús María-CREF. Una liga entre colegios que era la élite del baloncesto femenino madrileño. Por encima solo había contados clubs, entre los que cita "al Sallema, el Medina Madrid, el Medina Almudena o el Club de Vacaciones". Tras acabar su etapa en el colegio, Marga pasó por varios de ellos, incluso militó en Primera División con el Club de Vacaciones de Chema Buceta tras rechazar una oferta del L'Oreal de François Lelievre.
Ese primer equipo abrió el camino para los que vinieron después. Ana Presa empezó a jugar en 1976, aún en categoría mini, tras probar con la gimnasia rítmica. Para entonces, el baloncesto ya era el deporte rey del cole y su formación en valores estaba al mismo nivel que la enseñanza en las aulas. "El baloncesto era sagrado. No faltabas a entrenar un solo día, y si tenías exámenes, te fastidiabas, porque tenías un compromiso con el entrenador y con tus compañeras. Nos lo tomábamos muy en serio", asegura.
Ese compromiso no solo alcanzaba a las jugadoras y los técnicos, sino que todo el colegio estaba involucrado. Ana Presa cita la figura de Ana María Aguiar, la religiosa que ejercía como delegada de deportes. "El apoyo del colegio era total. Aquí vivían muchas monjas, alrededor de cuarenta. Y además estaba el juniorado. Cuando las monjas terminaban el noviciado venían aquí a estudiar, y los sábados de partido todas bajaban a vernos. O incluso ellas mismas se ponían a jugar al baloncesto. Los profesores también tenían en cuenta que nosotras teníamos partidos. Todo el colegio estaba implicado".
El apoyo del colegio resultó fundamental en los primeros años.
Y desde el colegio el baloncesto entraba en las familias. Marga Riobó y sus hermanas; Ana Presa y las suyas. Y, sobre todo, la familia Bellas. Las dos profesoras recuerdan el papel decisivo de Tomás Bellas y su hermana Belén. El primero dirigió el equipo senior del colegio que, con el patrocinio de El Almendro, llegó hasta Primera B (la actual Liga Femenina 2) a mediados de los ochenta. Belén Bellas era una de las jugadoras franquicia de ese equipo. "El baloncesto era sagrado. No faltábamos a entrenar ni un solo día"También jugó su hermana Griselda. Ahora, más de veinte años después, la familia Bellas cuenta con representación en ACB gracias a Tomás Bellas hijo, base del Gran Canaria 2014.
El mayor éxito del Jesús Maestro fue ese ascenso a Primera B con un equipo formado por una base de exalumnas, pero ya con numerosas incorporaciones foráneas. Ante la necesidad de una cancha cubierta, se alquilaba el cercano pabellón de Vallehermoso, ahora demolido. El segundo equipo senior, solo de exalumnas, militaba en Segunda División y jugaba en el cole. En él militaba Ana, que rememora enfrentamientos contra equipos como el Estudio o el Decroly. Siempre bajo una filosofía de diversión, pero también de máxima exigencia y compromiso personal: "Al menos en mi caso, nuestros padres no venían a vernos nunca, algo que ahora es impensable. Cuando éramos pequeñas nos traían, pero nada más. Después nos movíamos nosotras solas en metro, porque jugar al baloncesto era una opción nuestra". La actual jefa de Estudios pudo jugar en Primera B: "Tomás Bellas me dijo que fuera a la fase de ascenso, a Cádiz, y ya me quedaba con el equipo, pero había que viajar todas las semanas y yo ya estaba estudiando. En el equipo de Segunda División me lo pasaba bien, estaba con mis amigas, tan feliz. Qué más quieres."
El baloncesto era una de las señas de identidad del Jesús Maestro.
Junto a los partidos federados, de todas las categorías, el colegio acogía una Semana de Baloncesto. "La esperábamos durante todo el año. Todas las tardes teníamos partidos. Había competiciones similares en Cabrini, Estudio." Y, muchas veces, después de jugar tocaba entrenar, porque "igual que Belén Bellas nos entrenaba, nosotras entrenábamos a la escuela de niñas. Te pasabas todo el día en el cole y si no estabas aquí te acercabas a Vallehermoso para ver al Atlético de Madrid".
Pero además de la competitividad y el trabajo diario, Ana recuerda el ambiente familiar del colegio, que refleja en una anécdota: "Llegó un momento, en juvenil, en que nos propusieron ir al Canoe que era el club más importante de la época junto con el Tintoretto. Todas contestamos que no, porque aquí nos lo pasábamos genial, nos sentíamos como en casa. Vivíamos el baloncesto como algo natural, como una familia. Jugábamos a muerte, y después salíamos a tomar algo todas juntas. Siempre había ambiente de baloncesto. y eso es algo que ahora echo muchísimo de menos".
El 'patio rojo' alberga una pista de canasta grande y tres de mini, a lo ancho.
Porque a comienzos de los noventa, comenzó el declive. "¿Qué pasó?", se pregunta Marga Riobó. Quizá se unieron muchas causas. Las antiguas jugadoras y los actuales responsables apuntan a la apertura del colegio al alumnado masculino, el inmediato boom del fútbol (que 'tomó' uno de los patios) e incluso a los cambios económicos y sociológicos. "Antes las familias pasaban los fines de semana en Madrid y estaban pendientes del baloncesto. Después, algunas tenían su chalé en la sierra y se marchaban. El compromiso cada vez era menor. Familias como las nuestras, enganchadas al baloncesto, dejamos el colegio por la universidad. Y por último, también empezó a haber menos implicación del colegio y del APA". Así las cosas, el básquet en el Jesús Maestro derivó en pocos años de las competiciones federadas a las colegiales, menos exigente deportivamente hablando y más adaptadas a la nueva realidad del centro.
José Ramón Domínguez, al frente de un equipo benjamín.
Cuando José Ramón Domínguez llegó al colegio, en la temporada 1997-98, el club ya participaba casi exclusivamente en Educación y Gestión "con sus pros y sus contras -explica-. Puede ser menos competitivo, pero también da más continuidad a todos los equipos. En federación a veces cuentas con una generación buena, pero a lo mejor la siguiente no lo es". Desde entonces, los equipos federados son excepciones y dependen de dos premisas: un buen nivel deportivo y el compromiso durante toda la temporada de los jugadores y sus padres. Como sucede con el actual infantil 99 femenino. El coordinador de baloncesto, Guillermo Herrero, comenta que "hace dos años el alevín ganó la liga de Educación y Gestión. Teníamos dos opciones, que las chicas se marcharan a los clubs de alrededor o bien ofrecer la misma categoría en el colegio". José Ramón reconoce que "después de doce o trece años sin federar a ningún equipo, tienes mucho respeto al ámbito federativo. "Mucha gente desconoce los valores del baloncesto y todo lo que puede enseñar"Piensas que con un equipo de colegio te van a cerrar el marcador y, educativamente, es tan malo ganar 50-0 como perder 50-0, pero hemos visto que podemos estar ahí".
El actual coordinador espera que ese equipo infantil sea la punta de lanza para relanzar el baloncesto federado en el colegio. Hay competencia interna (la amplia oferta de actividades extraescolares, empezando por el fútbol) y externa (los clubs de alrededor), pero también una base importante. De los 600 alumnos inmersos en alguna extraescolar, más de 130 practican baloncesto. "Y eso significa algo", apunta. Guillermo destaca el trabajo en la base de Alberto García y Gabriel Gil, los responsables de la escuela, que a la vez son profesores de Educación Primaria. Eso sí, las chicas son mayoría y los chicos suponen apenas un quince por ciento del total. "El poder del fútbol", dice el director. En la temporada 2012-13, los chicos compiten en los equipos mixtos de minibasket porque en las categorías superiores no hay suficientes para formar un equipo, y los que quieren seguir jugando tienen que marcharse a otros colegios o a los clubs cercanos.
Este equipo se proclamó campeón alevín.
En cualquier caso, Guillermo apuesta por la convivencia entre las competiciones escolares y las federadas. "No son ni mejor ni peor. Para algunas jugadoras y para mí, que vengo de competir, las escolares se nos quedan cortas, pero para otros chavales y para algunos padres a lo mejor no". Y también se puede compaginar el básquet en el colegio con los clubs cercanos. "Hay niñas que juegan aquí con sus amigas, pero también lo hacen en un club porque allí están federadas", apunta Ana.
La situación del colegio, en el centro de Madrid, tiene ventajas e inconvenientes. Entre las primeras, las buenas comunicaciones, con el metro a cinco minutos; entre las segundas, la falta de espacio para ampliar las instalaciones. En el 'patio rojo' hay una única pista de canasta grande que se puede dividir a lo ancho en tres de minibasket. Guillermo tiene que hacer malabares para cuadrar los horarios de entrenamiento. Desde hace tiempo hay un proyecto para construir un pabellón subterráneo, pero la actual crisis económica impide pensar en él.
Mucha más competencia, menos espacio para jugar, ninguno para crecer. Pero Ana Presa y Marga Riobó apuntan como principal diferencia entre sus tiempos de jugadoras y los actuales a "la mentalidad". Como señala Ana, "no tiene nada que ver. Todas las que jugábamos éramos alumnas del colegio, pero no considerábamos el baloncesto como una extraescolar más. Entrenábamos dos horas tres días a la semana y llorábamos si un día llovía a cántaros y no podíamos hacerlo. Éramos una familia de baloncesto". Marga va más lejos: "Se supone que ahora hay más ambiente deportivo porque el deporte aparece todo el rato en los medios y todo el mundo habla de él. Sin embargo, mucha gente desconoce los valores que tiene y todo lo que te puede enseñar. ¿Por ejemplo? "A dejarte la piel en todo lo que haces y a trabajar en equipo".
Ana y Marga, ahora en el colegio como profesoras, representan el brillante pasado del baloncesto en el Jesús Maestro. El presente está en la canchas. Guillermo Herrero comenta que "el equipo infantil funciona así, como entonces. Ahora se trata de encontrar más generaciones buenas o a lo mejor que los chicos y las chicas vivan el baloncesto desde pequeños con esa misma intensidad". Mientras tanto, el objetivo es "que todos los niños que hay ahora sigan, que se diviertan, estén contentos y se lo pasen bien". Que también es importante.
El equipo infantil femenino dirigido por Guillermo Herrero, el único federado en la campaña 2012-13.