Real Madrid y Barcelona disputaban un partido de altísimo nivel, que comenzó muy igualado: 5-5 a los dos minutos de juego y 15-14 cuando habían transcurrido siete. Los azulgrana lograron una ligera ventaja (15-21) gracias a su mayor acierto (en especial de Ian Granja), lo que provocó el tiempo muerto de Mariano de Pablos. La reacción fue inmediata de la mano de Henri Veesaar y Juan Núñez y Konstantin Kostadinov. El Barcelona contraatacó a base de triples, aunque el que cerró el primer cuarto fue el de Urban Klavzar, el 25-28.
El trabajo defensivo del Barcelona ponía las cosas difíciles a un Madrid que multiplicaba sus soluciones en ataque: un alley oop de Veesaar, un triple de Ab Sediq Garuba o un contraataque mano a mano entre Nikolás Cebrián y Eli Ndiaye... A seis minutos para el descanso, el Barcelona mandaba por un mínimo 32-34. Kostadinov culminó la escalada, pero, junto después, el Barça reapareció con un rápido 0-7. Aunque el Madrid sacó más armas, como el triple de Tristan Vukcevic o la magia de Núñez, los rápidos ataques azulgranas y los rebotes ganados por el nigeriano James Nnaji llevaron al 43-51 del descanso.
El Barcelona amplió la ventaja nada más empezar la segunda mitad con un 0-7, incluido el décimo triple del equipo. La final se ponía cuesta arriba. Klavzar se inventó una valiosa canasta, pero el Barça no fallaba. De ahí el 46-66 a 4:50. Los ataques del Madrid empezaban a verse lastrados por el exceso de precipitación, mientras, en el otro aro, Nnaji continuaba haciendo daño. El Madrid seguía ahí, como demostraron la asistencia de Núñez a Vukcevic o el triple de este último, pero la final llegó al último cuarto con 54-76. Pese a la diferencia, el Madrid buscó la remontada. Pronto se vio que era una tarea imposible porque el Barcelona se mantenía firme en defensa y pleno de efectividad en ataque. Pese a acciones como el triple de Cebrián o la postrera asistencia de Núñez, la brecha creció hasta 55-90 (a 4:50) y el definitivo 63-102.